Malvinas: La causa Nacional

Malvinas: La causa Nacional
Hubieran sido amigos, pero se vieron
una sola vez cara a cara, en unas
islas demasiado famosas, y cada
uno de los dos fue Caín,
y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve
y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en
un tiempo que no podemos entender.

La Causa Malvinas es sin dudas una arteria principal de la argentinidad. El anhelo por las islas australes es causa de unidad en el pueblo argentino y sin embargo hasta el día de hoy es un conflicto sin resolver, y no me refiero al conflicto bélico, sino más bien al conflicto de identidad con las islas. ¿Cuál es la categoría que representa la causa Malvinas para los argentinos, que casi constantemente subyugados por conflictos sociales y económicos, no son capaces de forma objetiva plantearse la cuestión fuera de la emotividad? La pregunta está planteada desde un punto de vista casi europeo. Los argentinos saben muy bien que Malvinas no es una cuestión emocional, casi un consuelo ante los fracasos de los ultimas décadas, una tierra prometida por la cual vale la pena creer. Malvinas es mucho más que eso. Malvinas es una Causa Nacional. La lucha por la soberanía ha movido desde el principio de la joven historia argentina a hombres y mujeres con conciencia nacional a mantener viva la memoria y la voluntad de no cesar hasta que el territorio nacional no esté completamente unido, completamente consumado.

Malvinas es Unidad y Soberanía. 

En un mundo en conflictos económicos y sociales, parece casi ilógico plantear un conflicto territorial, más cuando las guerras de estos días horrorizan a muchos que pensaban que los conflictos bélicos en occidente eran capítulos de la historia pasada. Argentina cuenta en este caso con dos argumentos muy genuinos que puede hoy llevar ante cada organismo internacional y discusión sobre la disputa territorial: la paz y el camino diplomático son los ejes para la solución del conflicto con el Reino Unido, mientras que paralelamente se brega en tomar conciencia que el colonialismo ya no tiene lugar en el siglo XXI. Golpear las puertas del mundo para denunciar la infamia de los que usurpan y ofenden. El mensaje es claro: “Una Nación unida que seguirá luchando. Reclamando en paz lo que le pertenece, lo que es justo, lo que tarde o temprano llegará”. 

Izado de la Bandera Argentina tras el desembarco en las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982

El maestro Borges supo inmortalizar la guerra con su gran capacidad de escritor en un poema, que nos da las pautas para entender la situación de aquella época extraña, un conflicto bélico tan triste e injusto: 

Juan López y John Ward

Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en
distintos países, cada uno provisto de lealtades,
de queridas memorias, de un pasado
sin duda heroico, de derechos, de agravios,
de una mitología peculiar, de próceres de
bronce, de aniversarios, de demagogos y de
símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos,
auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al
río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad
por la que caminó Father Brown.
Había estudiado castellano para leer
el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que
le había sido revelado en un aula
de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron
una sola vez cara a cara, en unas
islas demasiado famosas, y cada
uno de los dos fue Caín,
y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve
y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en
un tiempo que no podemos entender.

Jorge Luis Borges, 1985.

Ciento cuarenta y nueve años después de que Inglaterra invadió las Islas Malvinas, la Argentina las recuperó para la soberanía nacional el 2 de abril de 1982. Frente a esta acción, el Reino Unido en complicidad con los Estados Unidos, envió su poderosa fuerza aeronaval con el objetivo de reconquistar las islas, imponiendo entonces la guerra con Argentina. El aspecto fundamental que hace a la complejidad de la problemática histórica radica en que esta acción fue decidida y dirigida por la nefasta dictadura militar que derrocó al gobierno democrático en 1976 y cuya conducción política y militar de la guerra puede calificarse, por numerosos motivos, como irresponsable, negligente y criminal, incluso favoreciendo con sus acciones la derrota de nuestras tropas. El “Informe Final de la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur”, más conocido como “Informe Rattenbach”, fué un informe encargado por la Junta Militar y pretendía evaluar y analizar la conducta política y estratégica militar argentina en la Guerra de Malvinas. La Junta ordenó en diciembre de 1982 su confección, pero ni lo usa, ni lo difunde, ni siquiera lo da a conocer a las fuerzas armadas. Como suponemos hoy a través del testimonio del propio Coronel Augusto Rattenbach, el informe fue adulterado, sobretodo las páginas referidas a la actuación vergonzante de Alfredo Astiz en las Georgias, cuando entrega las islas sin combatir, lo que es un delito desde el punto de vista militar. El gobierno de la Junta Militar, desbandado y ya en la ruina final, ocultó la traición a la Patria de altos jefes de la guarnición militar.

Enfermeras de la Fuerza Aérea en un hospital móvil instalado en Comodoro Rivadavia

Y los soldados argentinos? Y el Pueblo Argentino? 

El 14 de junio de 1982 se rinde la guarnición argentina que estaba en las Malvinas pero no se pierde la guerra. El País no se rindió y no aceptó concesiones hasta cuando en 1989 el presidente Menem hizo un reconocimiento de que no hay hostilidades. Pero sería un gran error pensar que la guerra terminó. Mientras Argentina ha recurrido hasta hoy por medios diplomáticos en establecer conversaciones para la solución del conflicto, el usurpador británico no ha hecho más que sostener a gran costo y cada vez más aumentar la ocupación militar en las islas. “El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender”, dice Borges, y sin dudas es un tiempo que no podemos entender ante un país que con pasión y convicción apoyó la recuperación de las islas, mientras la Junta cometía errores atroces que costarían caro.

Mucho tiempo la conciencia argentina cayó en la falsa dualidad de interpretar a los soldados caídos en Malvinas o bien como víctimas o como héroes. No estoy de acuerdo con esa visión a la hora de comprender el rol de nuestros soldados argentinos. Al volver de Malvinas, la propia dictadura militar los ocultó, comenzando una política de Estado que han sostenido los sucesivos gobiernos y que podemos llamar la desmalvinización, la cual puede pensarse estrechamente ligada a la construcción de la figura de los combatientes como víctimas. Este proceso de desmalvinización llevado a cabo por sucesivos gobiernos desleales con la Patria comenzó directamente al finalizar la guerra, cuando la dictadura militar ante la derrota, intentó borrar completamente la memoria del heroísmo de nuestros soldados.

La lucha de las Madres de Plaza de Mayo reflejó el símbolo de una época: Argentina perdía a sus hijos en campos de concentración y en la guerra.

Durante la presidencia de Alfonsín, la indiferencia estatal y el abandono de persona llevaron a una situación muy grave para los ex combatientes que no tuvieron ni la contención, ni el tratamiento, ni el reconocimiento que les correspondía y que implicaron en la primer década un gran numero de suicidios. Esta política se profundizó durante el Menemismo con la aceptación del “paraguas de soberanía” y la firma de los acuerdos de Londres y Madrid, de la mano de la liquidación del patrimonio nacional, incluyendo la industria para la defensa y el desmantelamiento de las Fuerzas Armadas. El menemismo implicó el mayor acto de traición a la memoria de Malvinas, que no solo enterró la lucha colectiva por las islas, sino también llevó al pueblo argentino al hambre y la miseria.

Recién en 2003 con el gobierno de Nestor Kirchner este proceso tomó otro curso y Malvinas pasó a ser un eje importante de la agenda política. Malvinas volvía a ser Causa Nacional para el gobierno argentino, esa causa que en realidad estuvo siempre presente en la memoria colectiva del pueblo argentino. Sin embargo se concibió a los ex combatientes como víctimas del Terrorismo de Estado, es decir, manteniendo en lo esencial una concepción basada en la victimización. Durante los años de gobierno de Mauricio Macri se ha retrocedido en aspectos fundamentales de la Causa Malvinas, avanzando en acuerdos políticos y comerciales con Inglaterra de fuertes implicancias para nuestro reclamo histórico de soberanía. 

En resumen, comprendemos que aún sigue viva esa dualidad que discrimina dos puntos de vista. Por un lado tenemos aquella en la que predomina una mirada sobre Malvinas fundamentalmente como parte de la problemática de las violaciones a los Derechos Humanos e indisolublemente ligada a la dictadura cívico-militar como una prolongación del Terrorismo de Estado. Aquí los soldados argentinos son principalmente víctimas de la dictadura o bien víctimas de una decisión de la dictadura. Junto con esta visión, convive una mirada acerca de la importancia geopolítica y de las riquezas naturales de las Malvinas: por ende, forma parte de las reivindicaciones un fuerte reclamo en torno a ellas por la soberanía nacional, separando tajantemente a las Malvinas de la Guerra de Malvinas. 

Por otro lado está aquella otra visión en la que predomina una reivindicación de quienes combatieron contra el imperialismo inglés y la OTAN por la Patria y la soberanía nacional con una causa justa, a pesar de la conducción política y militar de la dictadura y de las violaciones que algunos oficiales y suboficiales llevaron adelante contra los soldados. En esta segunda visión se reivindica con orgullo la condición de soldados combatientes en defensa de la Patria y, por ende, los caídos en combate son Héroes Nacionales

Billete en homenaje a la Soberanía de las Islas Malvinas de 2015: El reverso del billete con la imagen del Gaucho Antonio Rivero, quien en 1833 encabezó la resistencia a la usurpación británica de las islas, además de ilustraciones de la gaviota malvinense, que refiere la convicción de recuperar pacíficamente la soberanía sobre las islas.

Solucionar esta dualidad no es sencillo, pero sí podemos asumir la misma acusación que el informe Rattenbach confirmó: los integrantes de la Junta Militar confundieron el objetivo circunstancial de revitalizar el Proceso de Reorganización Nacional con una gesta de legítima reivindicación histórica. Es por lo tanto esencial separar la legítima lucha por la Soberanía de las Islas Malvinas del conflicto bélico que fue causa de malas decisiones geopolíticas de la dictadura militar, sin perder la memoria de aquella guerra que no solo dejó grandes heridas sino que da motivo de orgullo por el compromiso del pueblo argentino y la valentía heroica de aquellos soldados que lucharon verdaderamente con conciencia nacional y patriótica. 

Podemos ver así como la Causa Malvinas sufre vaivenes en cuanto a la política de Estado, con gobiernos más neoliberales que traicionan los intereses de la Patria, y gobiernos más afines a la Causa Nacional. Una cosa es clara y sigue el hilo conductor de todo este artículo: más allá de los cambios en las políticas del gobierno nacional, la Causa Malvinas es Causa Nacional, es unidad y soberanía. Este fenómeno es seguramente el mayor enemigo para el usurpador británico, pues mientras para ellos las islas son sólo un punto estratégico militar y de recursos naturales, para los argentinos las Malvinas son parte de la Nación, parte del cuerpo espiritual de la identidad colectiva. Hoy a 41 años del inicio de aquella guerra incomprendida, la lucha sigue en cada rincón del país, en cada escuela, en la memoria y el reconocimiento de cada pueblo que rinde honores a sus héroes, en cada sentimiento de dolor y orgullo para los que vivieron aquella época extraña, en cada cima de montaña donde flamea una bandera nacional, en cada argentino y argentina. 

Mi homenaje hoy es especialmente para esos hombres y mujeres que dieron la vida por nuestra Causa Nacional, a esos hijos de los trabajadores que, empuñando un fusil, fueron con el uniforme del General San Martín a defender la bandera de Belgrano.

Lo verdadero e indiscutiblemente nuestro, siempre nos une. 

Hoy y siempre: las Malvinas son argentinas. 

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